Son las nueve menos diez y no me importa un carajo. Estoy sentada a medio vestir enfrente de este monitor, escuchando el dvd de Travis en 5.1 (los entendidos saben de lo que hablo!) y hago caritas de "el perro pomeraña" para que mi novio me revolee una tostada de pan lactal con manteca.
Y la vida sigue por ahi, pero acá, en mi habitat todo se detiene a las nueve menos diez, cuando yo por un instante soy felíz, sin pensar que dentro de unos minutos estaré embotada en un subte con olor a culo del oeste, lleno de "gasistas" como los llama Aira, (ver libro: "el sueño" ****) y arribando a un banco, lleno de pequeños soretitos que se presumen más interesantes de lo que son, que presumen que poseen más inteligencia de la que realmente tienen, que presumen ganar más dinero del que ganan, es decir:" que cagan más arriba que el culo" y yo que ya los vengo aspirando hace mas de 4 años de pronto reflexiono que ya estoy lo suficientemente asqueada, asi que tomo mi última bocanada de aire fresco en la esquina de diagonal norte y aguanto la respiración hasta las 17.30 hora que salgo disparada como un corcho de sidra rumbo a mi hogar.
Eso si, los minutos que suceden a las nueve menos diez de la mañana no me los quita nadie.